Homero Aridjis

I

Cirabel
llego siempre a tu aposento
con una confusión de bocas
y una zozobra de hombre
a traerte la ofrenda cotidiana
de mis manos huecas
Más o menos
cuando la ceniza de la noche
se derrama sobre tus pupilas
igual que ante una ciudad inerme
Anudado tu grito de silencio
no me dices nada
y nos contemplamos
como si no existieran nuestros cuerpos


II

Sé que piensas en mí
porque los ojos se te van para adentro
y tienes detenida en los labios
una sonrisa que sangra largamente
Pero estás lejos
y lo que piensas
no puede penetrarme
Yo te grito Ven
abre mi soledad en dos
y mueve en ella el canto
Haz girar este mundo detenido
Yo te digo Ven
déjame nacer sobre la tierra


III

Te me vas haciendo alas
ya eres menos física que una palabra
flotas sobre mí ligera como aire
Te me vas haciendo imagen
porque cuando estoy contigo
quiero decirte algo
y la voz se me hace una paloma abstracta
Estoy lleno de ti como la tierra
me tienes inundado con tus ojos
eres más inaplazable que un segundo
Todo lo has podido haciéndote aurora
yo no puedo nada soy demasiado noche
canto de luz muda luciérnaga


IV

Yo el antiguo el nuevo
por el derecho que me da mi cráneo
hablo
en nombre de los que no tienen la segunda boca
para romper sus cápsulas de angustia
y digo
Nadie ha sido penetrado
el hombre
en su siniestra vocación de polvo
es intocable

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